JUAN DE VALDÉS LEAL (Sevilla, 1622 – 1690). “El ángel de la guarda”. Óleo sobre tabla. Engatillada. Medidas: 50 x 78 cm; 60 x 88 cm (marco). La pintura religiosa de Valdés Leal destacó por su uso de composiciones complejas, abigarradas de personajes como en este caso concreto. A pesar de que se puede apreciar una estructura piramidal en el centro, que facilita la lectura de la escena, el autor sitúa varias figuras a ambos extremos y en planos más profundos, lo que convierte la imagen religiosa, en una representación cargada de dinamismo y expresividad. En el centro se representa la figura de Jesús Niño, acompañado por el Ángel de la guarda, quien sostiene su mano y parece guiarlo. En el cristianismo, el ángel custodio o de la guarda sería aquel que Dios tiene señalado a cada persona para protegerla. De ahí que suela representársele como guía para la vida entendida como camino, tal y como aquí sucede. El hecho de que el escultor haya representado al fiel con la figura de un niño enfatiza aún más este papel protector que cumple el ángel de la guarda respecto a la indefensa alma cristiana. Formalmente se trata de una obra a medio camino entre el manierismo y el barroco, si bien domina a primera vista el dinamismo y la fuerza expresiva de este último estilo. Sin embargo, la anatomía del ángel remite a modelos de Miguel Ángel, un referente clave para los artistas del manierismo. Así, se trata de un personaje fuerte, musculoso y de gran presencia, dotado de una cierta idealización y alejado de los cánones realistas del barroco. Valdés Leal trabajó sin embargo todo tipo de temas religiosos. No sabemos en qué fecha se trasladó a Córdoba, aunque previsiblemente había realizado ya una primera formación artística en su ciudad natal. Se ha especulado con su acercamiento al taller de Herrera el Viejo, y también al arte del cordobés Antonio del Castillo, como posibles influencias para su primera obra firmada y fechada conocida, el San Andrés de la iglesia de San Francisco de Córdoba, de 1647. En ella sabe combinar con visible acierto la monumentalidad de la figura del santo con el acercamiento naturalista. En 1656 se establece en Sevilla, donde desarrollará la mayor parte de su vida. En 1660 aparece entre los creadores de la Academia de Dibujo, de la que en 1663 llegará a ser presidente. Al año siguiente establece Palomino su viaje a la corte y a El Escorial, un periplo que todavía puede entenderse de aprendizaje, impulsado por su afán de conocer las obras de los grandes maestros presentes en las colecciones reales. En 1667 ingresa en la Hermandad de la Caridad de Sevilla, cuyo fundador había sido Miguel de Mañara, el noble visionario autor del escatológico Discurso de la Verdad, al que Valdés permanecerá unido en adelante. En 1671, Valdés Leal tiene la oportunidad de trabajar como arquitecto en las decoraciones efímeras que hace instalar la catedral de Sevilla para celebrar la canonización de san Fernando. Gracias a estos trabajos Palomino le define como «gran dibujante, perspectivo y arquitecto». Además, realiza dos grabados, reproduciendo sus obras en la catedral, para el libro de Fernando Torres Farfán que celebraba dicha efeméride, lo que nos permite conocer su trabajo como arquitecto. Son éstas sus obras más importantes como creador de estampas, aunque también se conocen su grabado de la custodia de la catedral, un autorretrato y la imagen póstuma de Miguel de Mañara. En 1672 se encuentra en Córdoba, ocasión que aprovecha Palomino para conocerle personalmente. E
JUAN DE VALDÉS LEAL (Sevilla, 1622 – 1690). “El ángel de la guarda”. Óleo sobre tabla. Engatillada. Medidas: 50 x 78 cm; 60 x 88 cm (marco). La pintura religiosa de Valdés Leal destacó por su uso de composiciones complejas, abigarradas de personajes como en este caso concreto. A pesar de que se puede apreciar una estructura piramidal en el centro, que facilita la lectura de la escena, el autor sitúa varias figuras a ambos extremos y en planos más profundos, lo que convierte la imagen religiosa, en una representación cargada de dinamismo y expresividad. En el centro se representa la figura de Jesús Niño, acompañado por el Ángel de la guarda, quien sostiene su mano y parece guiarlo. En el cristianismo, el ángel custodio o de la guarda sería aquel que Dios tiene señalado a cada persona para protegerla. De ahí que suela representársele como guía para la vida entendida como camino, tal y como aquí sucede. El hecho de que el escultor haya representado al fiel con la figura de un niño enfatiza aún más este papel protector que cumple el ángel de la guarda respecto a la indefensa alma cristiana. Formalmente se trata de una obra a medio camino entre el manierismo y el barroco, si bien domina a primera vista el dinamismo y la fuerza expresiva de este último estilo. Sin embargo, la anatomía del ángel remite a modelos de Miguel Ángel, un referente clave para los artistas del manierismo. Así, se trata de un personaje fuerte, musculoso y de gran presencia, dotado de una cierta idealización y alejado de los cánones realistas del barroco. Valdés Leal trabajó sin embargo todo tipo de temas religiosos. No sabemos en qué fecha se trasladó a Córdoba, aunque previsiblemente había realizado ya una primera formación artística en su ciudad natal. Se ha especulado con su acercamiento al taller de Herrera el Viejo, y también al arte del cordobés Antonio del Castillo, como posibles influencias para su primera obra firmada y fechada conocida, el San Andrés de la iglesia de San Francisco de Córdoba, de 1647. En ella sabe combinar con visible acierto la monumentalidad de la figura del santo con el acercamiento naturalista. En 1656 se establece en Sevilla, donde desarrollará la mayor parte de su vida. En 1660 aparece entre los creadores de la Academia de Dibujo, de la que en 1663 llegará a ser presidente. Al año siguiente establece Palomino su viaje a la corte y a El Escorial, un periplo que todavía puede entenderse de aprendizaje, impulsado por su afán de conocer las obras de los grandes maestros presentes en las colecciones reales. En 1667 ingresa en la Hermandad de la Caridad de Sevilla, cuyo fundador había sido Miguel de Mañara, el noble visionario autor del escatológico Discurso de la Verdad, al que Valdés permanecerá unido en adelante. En 1671, Valdés Leal tiene la oportunidad de trabajar como arquitecto en las decoraciones efímeras que hace instalar la catedral de Sevilla para celebrar la canonización de san Fernando. Gracias a estos trabajos Palomino le define como «gran dibujante, perspectivo y arquitecto». Además, realiza dos grabados, reproduciendo sus obras en la catedral, para el libro de Fernando Torres Farfán que celebraba dicha efeméride, lo que nos permite conocer su trabajo como arquitecto. Son éstas sus obras más importantes como creador de estampas, aunque también se conocen su grabado de la custodia de la catedral, un autorretrato y la imagen póstuma de Miguel de Mañara. En 1672 se encuentra en Córdoba, ocasión que aprovecha Palomino para conocerle personalmente. E
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