EDUARDO ZAMACOIS Y ZABALA (Bilbao, 1842 – Madrid, 1871). “Arlequín embriagado”. Óleo sobre tabla. Firmado en el ángulo inferior izquierdo. Medidas: 37 x 46,5 cm. En un interior sinuoso una mujer se levanta con la intención de despertar a su compañero, que abatido de cansancio por su actuación ha quedado plácidamente dormido, aun con la copa en la mano. El autor crea una escena en la que sus protagonistas son ajenos al espectador, presentándole, un mundo de ocio y diversión. Vemos en este lienzo con una temática, que fue muy común durante el siglo XIX, principios del XX, época en la que la figura del arlequín o pierrot fue idealizada y frecuentemente inmortalizada. La escena esta trabajada con una gran atención al detalle, un acusado ánimo descriptivo y un especial cuidado de los juegos de luz y las calidades de las telas, siguiendo a los maestros de dicha centuria. Este tipo de escenas, de tema galante y hedonista, alegres y coloristas, trabajadas con una factura preciosista y descriptiva, fueron frecuentes durante la segunda mitad del siglo XIX, dentro del contexto de los historicismos. Pintor enmarcado dentro del costumbrismo romántico,, Eduardo Zamacois mostró desde muy joven su inclinación por la pintura, iniciando su formación en su Bilbao natal con los profesores Joaquín Balaca y Cosme Duñabeitia. Al poco tiempo se trasladó con su familia a Madrid, y finalmente ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1856. Allí sería discípulo de Federico de Madrazo. Bajo su tutela se dedicó a hacer copias en el Museo del Prado, especialmente de Velázquez, Ribera y Murillo, desarrollando así su destreza en el dibujo y en el color. En 1860 marcha a París por consejo de su maestro, quien le tuvo entre sus discípulos predilectos, y le recomendó continuar su formación con Ernest Meissonier, uno de los más famosos pintores de género de la época. En su estudio, Zamacois depuró su técnica basada en la minuciosidad preciosista, tan admirada en aquella época. En paralelo, cursó estudios en las Escuelas Imperial y Especial de Dibujo. Su estancia en la ciudad del Sena le pondría en contacto con intelectuales como Cabanel, Bonnat o Alejandro Dumas, así como con marchantes como Retlinger, quien le ofreció un contrato. Por esta época la Diputación vizcaína le concedió una beca para sus estudios, lo que le permitió dedicarse con tranquilidad a su trabajo y a la riqueza cultural que la vida parisina ofrecía. En este sentido, fue cliente habitual del Café Moulouse, donde compartía tertulia con José Laguna, Eduardo León Escura o Jean Vibert, entre otros. Asiduo expositor de los Salones oficiales de París, en 1867 es distinguido con la primera medalla. Al año siguiente lo encontramos en Roma instalado en el estudio de Fortuny, quien en esos momentos se encontraba en Madrid. Por estas fechas firmará un ventajoso contrato con el destacado marchante Adolphe Goupil, quien le abrió las puertas a importantes compradores como Matilde Bonaparte, los príncipes Metternich o el escritor Charles Dickens. Un año más tarde Fortuny se traslada a París y Zamacois le introduce en la vida cultural de la ciudad presentándole a Meissonier y al círculo de pintores de Vibert. Por estos años Zamacois participó en diversas ediciones de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, donde recibió mención honorífica de tercera clase en 1860 y tercera medalla en 1862, 1864 y 1867. Su fama fue creciendo, hasta que en 1870 obtiene la medalla de oro en el Salón de París y es condecorado con
EDUARDO ZAMACOIS Y ZABALA (Bilbao, 1842 – Madrid, 1871). “Arlequín embriagado”. Óleo sobre tabla. Firmado en el ángulo inferior izquierdo. Medidas: 37 x 46,5 cm. En un interior sinuoso una mujer se levanta con la intención de despertar a su compañero, que abatido de cansancio por su actuación ha quedado plácidamente dormido, aun con la copa en la mano. El autor crea una escena en la que sus protagonistas son ajenos al espectador, presentándole, un mundo de ocio y diversión. Vemos en este lienzo con una temática, que fue muy común durante el siglo XIX, principios del XX, época en la que la figura del arlequín o pierrot fue idealizada y frecuentemente inmortalizada. La escena esta trabajada con una gran atención al detalle, un acusado ánimo descriptivo y un especial cuidado de los juegos de luz y las calidades de las telas, siguiendo a los maestros de dicha centuria. Este tipo de escenas, de tema galante y hedonista, alegres y coloristas, trabajadas con una factura preciosista y descriptiva, fueron frecuentes durante la segunda mitad del siglo XIX, dentro del contexto de los historicismos. Pintor enmarcado dentro del costumbrismo romántico,, Eduardo Zamacois mostró desde muy joven su inclinación por la pintura, iniciando su formación en su Bilbao natal con los profesores Joaquín Balaca y Cosme Duñabeitia. Al poco tiempo se trasladó con su familia a Madrid, y finalmente ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1856. Allí sería discípulo de Federico de Madrazo. Bajo su tutela se dedicó a hacer copias en el Museo del Prado, especialmente de Velázquez, Ribera y Murillo, desarrollando así su destreza en el dibujo y en el color. En 1860 marcha a París por consejo de su maestro, quien le tuvo entre sus discípulos predilectos, y le recomendó continuar su formación con Ernest Meissonier, uno de los más famosos pintores de género de la época. En su estudio, Zamacois depuró su técnica basada en la minuciosidad preciosista, tan admirada en aquella época. En paralelo, cursó estudios en las Escuelas Imperial y Especial de Dibujo. Su estancia en la ciudad del Sena le pondría en contacto con intelectuales como Cabanel, Bonnat o Alejandro Dumas, así como con marchantes como Retlinger, quien le ofreció un contrato. Por esta época la Diputación vizcaína le concedió una beca para sus estudios, lo que le permitió dedicarse con tranquilidad a su trabajo y a la riqueza cultural que la vida parisina ofrecía. En este sentido, fue cliente habitual del Café Moulouse, donde compartía tertulia con José Laguna, Eduardo León Escura o Jean Vibert, entre otros. Asiduo expositor de los Salones oficiales de París, en 1867 es distinguido con la primera medalla. Al año siguiente lo encontramos en Roma instalado en el estudio de Fortuny, quien en esos momentos se encontraba en Madrid. Por estas fechas firmará un ventajoso contrato con el destacado marchante Adolphe Goupil, quien le abrió las puertas a importantes compradores como Matilde Bonaparte, los príncipes Metternich o el escritor Charles Dickens. Un año más tarde Fortuny se traslada a París y Zamacois le introduce en la vida cultural de la ciudad presentándole a Meissonier y al círculo de pintores de Vibert. Por estos años Zamacois participó en diversas ediciones de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, donde recibió mención honorífica de tercera clase en 1860 y tercera medalla en 1862, 1864 y 1867. Su fama fue creciendo, hasta que en 1870 obtiene la medalla de oro en el Salón de París y es condecorado con
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